“Cuando tantos recuerdos se agolpan en la mente, a veces es difícil poder concentrarse en el presente”, se dijo Freya para sus adentros. Esa semana había estado más nostálgica que de costumbre. “No sé si será la edad o el clima”, se preguntó. Por la mañana, mientras se miraba en el espejo, se vio a sí misma cómo cuando tenía escasos veinte años. Y, en vez de estar colocándose cremas para que las marcas de la piel y el paso del tiempo no se notaran tanto, estaba pintándose los labios de un rojo intenso, que la hacían más firme, más segura de lo que era… Salió del baño de la universidad, con esa imagen juvenil en su rostro, mientras los muchachos se quedaban mirando su boca decorada por ese color que llamaba a la pasión o a lo prohibido. Su destino era la biblioteca, como lo hacía cada día después de su última clase, buscando más material para añadir a lo que su profesor de literatura le explicaba por casi dos horas. Mientras las pesadas pestañas de muchos caían a sumergirse en profundos