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Parte 3

Con la llegada de su primer hijo el amor creció, se hizo más fuerte y se consolidó. No fue un embarazo buscado, había sucedido así, sin más, sin planearlo; sin embargo, la noticia de Freya al ver las dos líneas en el test, puso muy contento a Jean -Paul, quien la hizo girar en el aire mientras la sostenía por la cintura. Un par de meses después de su nacimiento decidieron casarse. Einar y Axel estaban en la boda, invitados por la cercanía de amistad con los enamorados. 
Mientras bailaban sin parar, Einar se acercó a Freya y con sutileza, o eso creyó, le preguntó sobre Axel.
—¿Por? ¿Qué pasa con él? —se quedaron en silencio, mientras la música a su alrededor iba en aumento. Freya lo tomó del brazo y lo llevó a una zona más alejada de la pista—. Vamos Einar, dime qué pasa.
—No quería decirlo, pensé que te habías dado cuenta pero no ha dejado de mirarte en toda la noche. —No podía creer lo qué le estaba sugiriendo su amigo, encima en ese día tan especial para ella. Quizás era verdad, quizás no, la verdad que no quería pensar en ello. Pero su primera reacción no fue la adecuada con su amigo, cuestión de la que tiempo después se arrepentiría.
—No puedes pensar en ello Einar, somos amigos, al igual que Jean-Paul y Axel. Y él tiene códigos y nunca me ha insinuado nada —¿O sí? borró rápido ese pensamiento de su mente—, así que no veo razón para lo que creo que me estás haciendo ver. Mira mejor vete, no quiero seguir hablando de esto, y tampoco que mi noche se arruine por simples huecadas de un borracho.
Sin mirar atrás se alejó de su amigo y tomó una copa de un mozo que pasaba por allí con una bandeja, no sabía su contenido pero seguro que llevaba alcohol y lo necesitaba para olvidar lo que había pasado. Se fue hacia donde se encontraba su reciente marido y lo beso con intensidad.
Axel, en ese momento, se acercó a la feliz pareja, y les comentó casi a gritos, tratando de superar el volumen de la música, que estaba cansado y se tenía que ir. Estaba muy agradecido por la invitación, y los felicitaba por el acontecimiento. 
Freya pudo vislumbrar en sus ojos un dejo de tristeza, “quizás sea el alcohol”, pensó para sí, mientras observaba marchar a Axel. 
 
Axel se fue de la boda con un sabor agridulce. Todos sus sentimientos le estaban atormentando, aunque momentos anteriores los nublase. Solo podía recurrir a una persona, la misma a la que recurría cuando uno de los dos se sentía realmente mal. Una amiga que nunca lo había dejado de lado aunque la distancia los separase. De camino a casa le mandó un mensaje y, solo con ello, fue suficiente para que Angie le llamara.
—¿Mal de amores? —preguntó siendo obvia—. Te lo advertí.
—Lo sé, pero ¿qué querías que hiciera? Son mis mejores amigos —suspiró cansado—, aparte de ti.
—Gracias por la parte que me toca —comentó de manera graciosa para arrancarle alguna que otra risa—. Axel —su nombre sonó como una dulce caricia— podrías venirte de vacaciones, quizá la distancia te ayude a sobrellevar lo que tu mente te grita a voces.
—La verdad que unas mini-vacaciones no me vendrían mal…
Y así fue como dos días después Axel se encontraba delante de la casa de Angie con un equipaje ligero y dos botellas de cava. Un efusivo abrazo fue lo que se encontró nada más abrir la puerta y dos besos en la nariz como tradición de infancia.  Angie le ayudó a instalarse, aunque solo fueran unos días, quería que se sintiese como en casa. No tardaron más de una hora cuando se encontraron sentados en el sofá, con unas copas de cava y unas risas que inundaban el comedor al ver los álbumes de su infancia y adolescencia. En ellos había fotos muy divertidas y graciosas que él bromeó diciendo que utilizaría si alguno de los dos se casase. Sin embargo, cuando llegó el apartado de la universidad, la sonrisa de Axel entristeció y ella hizo el intento de cerrar el álbum. Él se lo impidió.
—Tengo que afrontar esta situación y aceptar que este amor es uno de los imposibles —su mirada se dirigió a una de las fotos en la que estaban los cuatro en un restaurante tomándose unos capuchinos de vainilla con cacao—. Lo pasamos bien ese día —señaló la foto—, ¡te manchaste toda!
—Fue culpa de Jean-Paul —afirmó riendo—. Su teoría de los rollos universitarios entre profesores y alumnos era fulminante.
—Pero él nunca te tocó —lo empujó y él comenzó a reír—. Está bien, no me pegues.
Levantó los brazos en son de paz y siguieron viendo fotos hasta que encontraron la primera que se hicieron, él día en que Axel presentó a Angie a la pareja. Ella fue acogida con los brazos abiertos, aunque su relación era más cordial, no como la que tenían con Axel.
—Siempre he pensado que me incluiste en tu grupo de amistad porque no querías alumbrarles —confesó y él sonrío, deshaciéndose el pelo—. ¡Ves! ¡Lo adiviné!
—Pero también porque quería que todos mis amigos estuviesen juntos, no solo por eso —respondió con sinceridad—. Tú sabes muy bien que no elegimos de quien enamorarnos.
—¿Te confieso algo? —preguntó Angie, cerrando el álbum y girándose hacia su amigo—. Siempre he pensado que entre vosotros había algo por cómo os miráis, pero supongo que solo fueron imaginaciones mías. 
 
A la mañana siguiente Axel fue el primero en despertarse y se fue a investigar los senderos de la zona. Era un gran amante del senderismo y cuando se sentía abrumado esta actividad era lo único que apaciguaba su mente inquieta.
Angie se despertó más tarde, preparó café, tostadas, zumo de naranja y se sentó a disfrutar de su desayuno bajo los árboles que rodeaban la casa. Era un día precioso, el sol iluminaba el paisaje, los pájaros cantaban… era una estampa ideal para meditar si no fuera porque se acordó que tenía que entregar un trabajo aquella tarde.
Axel entró por la puerta y vio a Angie en el despacho corriendo de arriba a abajo envuelta entre papeles y libros.
 —Angie, ¿qué te pasa? —pregunto Axel.
 —Nada, un trabajo que me olvidé  —le contestó ella de pasada—, tú haz lo que quieras, estás en tu casa. 
 
Axel se fue a la ducha y después de desayunar se acercó a Angie para preguntarle si podía ayudarla. Angie se giró y le contestó que no, y entre suspiros dijo al aire “Ojala pueda encontrar trabajo pronto porque las facturas se me acumulan y no doy a basto con tantas cosas. Desde que terminé de ayudar en la frutería no he encontrado nada…”
Axel la miró pensativo y le dijo ¿y porque no empiezas a trabajar de niñera? Estás terminando psicopedagogía, los niños se te dan bien y podrás organizar tu tiempo como mejor te parezca. Ella lo miró, no dijo nada y agachó la cabeza, estaba demasiado ocupada para escuchar a Axel. Axel se quedó un momento en la puerta y, al ver que su amiga no le hacía caso se fue a la biblioteca para husmear en ella, Angie siempre tenía algún libro interesante por allí.
A pesar de saber que estaba en casa de una amiga, al verla agobiada por el trabajo, pensó si no sería una molestia estar invadiendo su hogar, pero en esos momentos le iba bien tener compañía, no quería hundirse y si estaba solo no hacía más que pensar en Freya. Lo que no imaginaba, es que estaba a su vez perturbando la vida de Angie. Porque Angie llevaba mucho tiempo enamorada de él en silencio, apoyándolo cuando lo inundaba la tristeza, disimulando sus propios sentimientos ante la evidencia de su amor por Freya. Todo era complicado, los amores no correspondidos dolían y ella lo sabía. Por eso lo comprendía tan bien mientras callaba y lo animaba. Quizás algún día las cosas cambiaran.
 
Freya, inmersa en su reciente maternidad, olvidó las insinuaciones de Einar sobre los sentimientos de Axel hacia ella y perdonó su indiscreción en la boda, achacándolo al alcohol. Volvió a tener con su amigo una buena relación, aunque ya no se veían tanto como antes, ella estaba muy ocupada. Suerte tuvo que el pequeño se portaba bien, pero a Freya aún le faltaban algunas asignaturas para acabar la carrera y había dejado un trabajo de traductora por horas para poder ocuparse de su hijo. Dedicar las veinticuatro horas al día a su bebé, a pesar de sentirse feliz, empezó a pasarle factura al cabo de unos meses. Lo comentó con Jean-Paul y decidieron buscar una niñera para que Freya pudiera tener algunas horas libres, ya que no querían llevarlo tan pronto a una guardería. A pesar de que no era tarea fácil, debería ser alguien de confianza.
Un fin de semana en que se encontraba en su casa con Jean-Paul, Axel se presentó de improviso. Freya notó que estaba más delgado y tenía marcadas ojeras.
—¡Qué caro eres de ver! —Le dijo Jean-Paul abrazando a su amigo—  Supongo que te quedas a comer con nosotros ¿no?
—No, lo siento, tengo reunión familiar —se excusó Axel—. Solo pasaba cerca de aquí y he pensado en saludaros, no nos veíamos desde la boda. 
En realidad, la intención de Axel al presentarse en casa de sus amigos sin avisar, fue la de confirmarse a sí mismo que ya no sentía nada por Freya. Estaba haciendo grandes esfuerzos por desprenderse de esos sentimientos, buscando continuamente relaciones de una noche para aplacar sus deseos, para desviar la atención hacia otras mujeres y creía que lo estaba consiguiendo. Hasta que entró en aquel salón y la imagen de una Freya preciosa lo borró todo. Sus esfuerzos quedaron en nada, su convencimiento de que lo había superado cayó en el olvido y fue consciente de que arrastraría aquel amor toda su vida. Sospechó que algo no había funcionado bien con su destino, porque no podía ser tan cabrón como para ponerle las cosas tan difíciles. Le entraron unas ganas locas de besar a Freya allí mismo, delante de su amigo. Pero en un instante de cordura borró aquellos imprudentes pensamientos y se resignó a su suerte con un suspiro inaudible.
Miró al pequeño con ternura mientras dormía en su cuna.
—Es precioso, os ha salido un chico muy guapo — comentó Axel— ¿No necesitáis ayuda con él? Angie está buscando cuidar niños algunas horas al día, ya sabéis que es de confianza.
— ¿Angie? —Se sorprendió Freya—  Creía que aún estaba estudiando.
— Si, pero necesita trabajar al menos unas horas.
— Entonces la llamaré para proponerle que venga unas horas a casa, me dará un respiro — Freya miró a Jean-Paul—  ¿Te parece bien, cariño? Angie es de confianza, no podría encontrar a nadie mejor.
— Claro mi amor, como tú quieras.
Y ante aquellas edulcoradas frases entre sus amigos, que si “cariño” que si “mi amor”, Axel se despidió. Pasaría mucho tiempo hasta que se volvieran a ver, ya que decidió que la distancia sería lo único que conseguiría amortiguar, al menos un poco, el dolor que sentía en medio del pecho.

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Parte 4

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Parte 2 (versión 2)

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